En Galicia hay quién suele tener los perros atados debajo del hórreo, pero Poncho es afortunado, porque de cadena, nadita de nada. Aunque en su primera casa vivía debajo de unos palés y llegó lleno de heridas, ahora hasta parece que sonríe...
Un fuerte abrazo y que sigáis con vuestra maravillosa labor... "